sábado, 1 de noviembre de 2025

Las máscaras que usamos a diario

Cada mañana el mundo se llena de actores.
Unos se colocan la sonrisa, otros la indiferencia.
Hay quien se disfraza de fuerte, aunque por dentro tiemble.
Y otros, simplemente, se esconden tras el silencio porque ya no tienen fuerzas ni para fingir.

Nos enseñaron a no llorar en público, a decir “todo bien” cuando el alma se derrumba, a tapar las grietas con frases vacías y filtros de Instagram.
Y así, poco a poco, nos convertimos en personajes: el que ríe, el que brilla, el que tiene éxito... aunque a veces ni nos reconozcamos en el espejo.

Pero la verdad, la de verdad, está en los momentos en que bajamos el telón.
En ese instante en que te quedas solo contigo mismo y te das cuenta de que ya no sabes quién eres sin la máscara puesta.
Ahí es donde empieza el verdadero teatro de la vida: cuando decides dejar de actuar.

Quizás la valentía no sea seguir aparentando, sino tener el coraje de mostrarse tal cual uno es: roto, cansado, humano.
Porque cuando el alma se desnuda, el corazón respira.
Y cuando el corazón respira, la vida vuelve a tener sentido.

Así que hoy, si te atreves, quítate la máscara.
Que te vean sin guion, sin papel, sin luces.
Porque a veces —solo a veces— ser uno mismo es el acto más revolucionario que existe.

 

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