lunes, 28 de abril de 2025

La libertad de escribir


Hay un instante mágico que solo quienes escribimos conocemos bien: ese momento en que las palabras fluyen sin cadenas, sin normas estrictas, sin más ley que la de nuestro corazón. Escribir es, quizás, uno de los actos más libres que existen. No importa el lugar, el tiempo ni el idioma; basta un pensamiento y una hoja —real o imaginaria— para que todo lo que llevamos dentro encuentre su voz.

Cuando escribimos, somos dueños de mundos invisibles. Podemos crear, romper, construir, volar, amar, gritar o susurrar. En la escritura no hay juicios ni limitaciones: somos libres de ser quienes queremos, de explorar las emociones más hondas o los sueños más imposibles. Escribir es rebelarse contra el olvido, es darle vida a lo que sentimos, es, en el fondo, una forma pura de ser nosotros mismos.

La libertad que sentimos al escribir no es una huida; es un regreso. Un regreso a lo más genuino que habita en nosotros. En cada palabra, en cada línea, en cada historia, se esconde la certeza de que, mientras escribamos, seremos eternamente libres.




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