martes, 1 de julio de 2025

La Envidia: Esa sombra que no nos deja brillar

Hay un sentimiento que no hace ruido, pero corroe. Que no se declara, pero se nota. Que se disfraza de críticas disfrazadas de consejo, de silencios cuando deberían aplaudirte, de caras largas cuando deberías estar rodeado de sonrisas. Se llama envidia. Y, aunque nadie la confiese, todos la hemos sentido... y sufrido.

La envidia no nace en quien va caminando su propio camino, sino en quien se queda mirando el tuyo. No es patrimonio del que lucha, sino del que espera que tú tropieces para sentirse mejor. No aparece cuando caes, sino cuando subes. Porque a los mediocres no les duele tu fracaso: les escuece tu éxito.

A veces no quieren lo que tienes. Lo que les molesta es que tú lo tengas. Porque, para algunos, tu felicidad es un espejo que les recuerda su frustración. Y ahí es donde nace ese veneno que no mata de golpe, pero enferma el alma: la envidia.

Qué curioso… La envidia no mira tu sacrificio, ni tus noches sin dormir, ni lo que has llorado en silencio. Solo se fija en lo que has conseguido. Y encima te juzga por ello.

Pero, ¿sabes qué? Que la envidia no habla mal de ti. Habla bien. Habla de que estás haciendo algo que merece ser mirado. Que tu luz molesta a quienes prefieren vivir en la sombra.

Por eso, sigue brillando. Aunque te miren raro. Aunque no te aplaudan. Aunque algunos se alejen. Que se vayan los que no soportan tu luz, porque tú no naciste para apagarte.

Y al que envidia, que se mire por dentro. Porque nadie que sea feliz necesita desear lo ajeno. La envidia es una señal: algo te falta por dentro si todo lo que haces es mirar hacia fuera.


¿Y tú? ¿Estás mirando tu camino… o aún sigues pendiente del de los demás?



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