Sí, a pesar de todo.
A pesar de las heridas que duelen más que los golpes.
A pesar de los “para siempre” que duraron un suspiro.
A pesar de las decepciones, las traiciones, los silencios que matan más que un grito…
Amar sigue valiendo la pena.
Porque el amor —el de verdad— no se mide por lo que dura, sino por lo que transforma.
Por cómo te cambia, por lo que te enseña, por lo que te hace sentir vivo.
Amar no es perder.
Perder es no haber amado nunca por miedo a que te rompan.
Amar es mirar al otro con ojos limpios, aunque tú ya hayas llorado con los tuyos.
Es elegir confiar, aunque te hayan mentido.
Es volver a escribir con el alma, aunque antes te la hayan tachado.
Y sí, a veces te va a doler.
Pero ¿sabes qué?
También te va a sanar.
Porque el amor no siempre se queda, pero siempre deja algo.
Y ese algo, si lo abrazas bien, puede hacerte mejor persona.
Así que no cierres el corazón.
Que el miedo no te gane la partida.
Ama. Con locura, con ternura, con verdad.
Ama sin miedo, con cicatrices…
porque amar, aunque a veces duela, sigue valiendo la pena.
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