martes, 6 de mayo de 2025

Un reencuentro guiado por el Espíritu Santo


La vida tiene una forma misteriosa de reencontrarnos con las personas que un día fueron parte de nuestro camino. No siempre lo hace en el momento que esperamos, pero sí cuando más lo necesitamos. Hay amistades que, aunque el tiempo y la distancia las enfríen un poco, nunca se rompen del todo. Y en mi caso, esa amistad llevaba años dormida… hasta que el Espíritu Santo la despertó.

Él y yo nos conocimos hace años, compartimos momentos, palabras, silencios... Pero como suele pasar, la vida nos llevó por senderos diferentes. No dejamos de hablarnos, pero tampoco compartíamos como antes. Sin embargo, Dios tiene sus propios planes. Y cuando Él decide unir, no hay nada que pueda separarlo.

Fue el Espíritu Santo quien, sin hacer ruido, volvió a acercarnos. Y desde entonces, cada martes se ha convertido en un pequeño oasis para mí. Un rato de charla sincera, sin máscaras, sin prisas, con la verdad de por medio. Él me escucha, me habla con el corazón en la mano, y me guía sin imponerse. Y yo vuelvo a casa con una paz que no se compra ni se vende. Una paz que solo viene de lo Alto.

Hoy quiero agradecerle públicamente. Porque su presencia, su tiempo y su fe me están ayudando mucho en mi camino espiritual. Porque a veces, Dios no habla con truenos ni relámpagos, sino a través de un amigo que vuelve a tu vida en el momento justo. Y entonces, sabes que no es casualidad. Es providencia.

Gracias, amigo. Que el Espíritu siga soplando fuerte entre nosotros.





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