sábado, 5 de julio de 2025

Te conviertes en el más querido… cuando ya no estás.

En vida, pasas desapercibido.

Eres el del “ya lo llamaré”,

el del “algún día quedamos”,el que se asoma en los pensamientos pero nunca en los planes.

Pero el día que mueres…

¡Ay, ese día!

Ese día las redes sociales estallan contigo.

Fotos tuyas por todos lados, mensajes de “qué bueno eras”, “siempre estarás en mi corazón”,“te queríamos tanto”…

Te querían.

Pero nunca te lo dijeron.

Te echaban de menos.

Pero jamás te buscaron.

Y tú, desde el silencio eterno, te preguntas:

¿Y por qué ahora?

¿Para qué tanto ramo, tanta lágrima, tanta corona…si cuando podías verlos, nadie te trajo una flor?

La verdad, cruda como la vida misma:

a los muertos se les honra con palabras bonitas y a los vivos… con silencios.

No esperes al funeral para demostrar cariño.

No guardes tus "te quiero" en un cajón con llave.

No publiques homenajes cuando ya no se pueden leer.

Hazlo hoy.

Hazlo ahora.

Porque cuando falte esa persona, te aseguro que el post más bonito no le servirá de nada.

Y tú, que aún estás aquí, piensa esto:

¿A cuántos quisiste… y no se lo dijiste?




martes, 1 de julio de 2025

La Envidia: Esa sombra que no nos deja brillar

Hay un sentimiento que no hace ruido, pero corroe. Que no se declara, pero se nota. Que se disfraza de críticas disfrazadas de consejo, de silencios cuando deberían aplaudirte, de caras largas cuando deberías estar rodeado de sonrisas. Se llama envidia. Y, aunque nadie la confiese, todos la hemos sentido... y sufrido.

La envidia no nace en quien va caminando su propio camino, sino en quien se queda mirando el tuyo. No es patrimonio del que lucha, sino del que espera que tú tropieces para sentirse mejor. No aparece cuando caes, sino cuando subes. Porque a los mediocres no les duele tu fracaso: les escuece tu éxito.

A veces no quieren lo que tienes. Lo que les molesta es que tú lo tengas. Porque, para algunos, tu felicidad es un espejo que les recuerda su frustración. Y ahí es donde nace ese veneno que no mata de golpe, pero enferma el alma: la envidia.

Qué curioso… La envidia no mira tu sacrificio, ni tus noches sin dormir, ni lo que has llorado en silencio. Solo se fija en lo que has conseguido. Y encima te juzga por ello.

Pero, ¿sabes qué? Que la envidia no habla mal de ti. Habla bien. Habla de que estás haciendo algo que merece ser mirado. Que tu luz molesta a quienes prefieren vivir en la sombra.

Por eso, sigue brillando. Aunque te miren raro. Aunque no te aplaudan. Aunque algunos se alejen. Que se vayan los que no soportan tu luz, porque tú no naciste para apagarte.

Y al que envidia, que se mire por dentro. Porque nadie que sea feliz necesita desear lo ajeno. La envidia es una señal: algo te falta por dentro si todo lo que haces es mirar hacia fuera.


¿Y tú? ¿Estás mirando tu camino… o aún sigues pendiente del de los demás?



miércoles, 25 de junio de 2025

“El tiempo que se escapa entre silencios”

Es fácil, sí.

Es fácil hablar del tiempo que se pierde cuando las familias se distancian.

Tan fácil como mirar un reloj y ver cómo la vida se escapa entre las agujas.

Tan fácil como decir: “ya hablaremos”, “ya iremos a verlos”, “ya habrá tiempo”… Y ese “ya” nunca llega.

Porque no hay excusas que valgan cuando se trata de la sangre.

Porque hay sillas vacías que no deberían estar vacías.

Hay mensajes que no se mandan. Abrazos que se aplazan. Llamadas que no se hacen.

Y así, sin darnos cuenta, vamos dejando que el orgullo o la desgana nos roben lo más sagrado: el calor del hogar.

Las familias no son perfectas. Hay roces, hay palabras que duelen, historias pasadas, malentendidos que se enquistan.

Pero también hay raíces. Hay infancia compartida, hay domingos de arroz y siestas de sofá, hay recuerdos que nos atan a una historia común.

Y eso, amigo, no se puede soltar tan a la ligera.

Nos pasamos la vida buscando pertenecer a algo, sentirnos parte de un todo, cuando lo más puro estaba al otro lado del teléfono, a una puerta de distancia.

No esperes a que falte alguien para darte cuenta de lo que vale su presencia.

No pongas excusas, pon la mesa.

No des más tiempo al tiempo, que él no espera a nadie.

Porque al final, el reloj no perdona… pero el corazón sí.

¿Y tú, hace cuánto no hablas con ese familiar que un día lo fue todo y hoy es solo un recuerdo borroso?



martes, 24 de junio de 2025

CUANDO YA NO INTERESAS…

Hay un momento en la vida en el que te das cuenta de que todo lo que diste, todo lo que hiciste, todo lo que te quitaste a ti para dar a los demás… simplemente desaparece en cuanto cometes un error.

No importa cuántas veces estuviste.

No importa cuántas noches dormiste poco por ayudar.

No importa cuántas veces callaste para no herir.

Ni siquiera importa si lo hiciste con el alma en las manos.

Porque, en cuanto fallas… te echan a los leones.

Y no cualquier león. No.

Te lanzan a los que aplaudían cuando tú brillabas.

A los que te sonreían mientras recogías migas.

A los que se hacían fotos contigo mientras tú remabas.

Porque hay gente que no sabe de gratitud, pero sí de conveniencia.

Hay quien no te ve como persona, sino como utilidad.

Y cuando ya no sirves a sus intereses… se olvidan de que fuiste refugio, hombro, ayuda, corazón.


Y no, no es victimismo.

Es aprendizaje.

Porque en la vida, uno tiene que saber quién lo valora de verdad, y quién solo aplaude mientras le conviene.

Así que, si hoy te señalan por un fallo, recuerda todo lo que hiciste sin pedir nada a cambio.

Y no te culpes por dar tanto.

Solo aprende a no dárselo a cualquiera.

Porque no hay mayor dignidad que seguir ayudando, aunque se te rompa el alma, pero aprendiendo a ponerle cerrojo al corazón ante quienes no supieron cuidarlo.

La lealtad no se mide en los días buenos, sino en cómo te sostienen cuando tropiezas.

Y aunque duela, cada decepción limpia el camino de quienes solo estaban por interés.

Y tú… cuántas veces has sido juzgado por un error, sin que nadie recordara todo lo que hiciste?




miércoles, 4 de junio de 2025

Cuando el Silencio Habla


Hoy, después de misa, decidí quedarme un rato más. No tenía prisa. Algo en mí me pedía quedarme. Y lo hice. Me senté frente al Sagrario, frente al Santísimo, y simplemente… me quedé en silencio.

No buscaba respuestas. No formulé preguntas. Solo estaba allí. Y entonces ocurrió algo que no sé explicar del todo, pero que sé que fue real: lo sentí.

Sentí su presencia. Sentí que me miraba. Que me escuchaba. Que me abrazaba sin tocarme.

Sentí su calor… un calor que no viene del fuego, sino del alma.

Un calor que no quema, pero transforma.

Un calor que no abrasa por fuera, pero que remueve por dentro.

Podrás pensar que exagero, que mi mente me jugó una ilusión, que fue sugestión.

Pero no. Fue Él. Lo sé. Lo sentí. Lo viví.

Y cuando uno ha sentido la presencia real de Cristo en el silencio del Sagrario… ya no vuelve a ser el mismo.

Hoy, no recé con palabras. Recé con el alma.

Hoy, no le pedí nada. Solo me dejé mirar.

Y en esa mirada sin ojos humanos, encontré consuelo, paz y una certeza: Él está. Él vive. Él me escucha.

Que nunca se nos olvide que, a veces, lo más grande ocurre en el silencio.

Y que a los pies del Santísimo, basta con estar.



"Y mi corazón se va con Ella…"

Hoy el Simpecado ya va camino de las arenas.

Hoy mi Hermandad echa a andar, entre vivas, cantes, promesas y lágrimas.
Hoy comienza ese camino que no solo lleva a la aldea…
lleva al alma, al corazón… y a Ella.

Y yo me quedo aquí.
Otro año más.
Con la pena callada que solo entendemos los que alguna vez hemos sentido cómo late el pecho al ver salir a nuestra Hermandad por las calles de nuestra ciudad.
Con el nudo en la garganta de quien quisiera andar pero no puede, de quien se despide sin moverse del sitio.

Me quedo con los recuerdos de otros años,
con el polvo en los botos de aquel camino que aún vive en mi memoria,
con los abrazos sinceros de amigos en el camino,
con las plegarias entre pinos y las lágrimas al llegar a la reja.

Y aunque no esté allí, voy con ellos.
Porque uno no necesita estar presente para caminar.
Mi corazón va en la carreta.
Mi fe va en las pisadas.
Mi alma se va al Rocío.

A los que vais, cuidadme a la Señora.
Decidle que no me olvido de Ella,
que mi pena no es por no estar en la aldea,
sino por no poder mirarla de frente y decirle “¡Aquí estoy, Madre mía!”

Buen camino, hermanos.
Que Ella os lleve de su mano…
Y a mí, desde aquí, me regale la esperanza de que algún día volveré a cruzar las arenas junto con los mios.



.

¿Decimos todo lo que sentimos?

Hay silencios que pesan más que mil palabras.

Verdades que se nos atragantan, sentimientos que se quedan a medio camino, atrapados entre el miedo y la costumbre. Porque, seamos sinceros… ¿realmente decimos todo lo que sentimos?

Cuántas veces hemos querido decir “te echo de menos” y, en lugar de eso, soltamos un “¿cómo estás?”.

Cuántas veces hemos necesitado un abrazo, y dimos una palmadita en la espalda.

Cuántas veces sentimos rabia, tristeza, ilusión… y fingimos indiferencia, como si lo que sentimos no mereciera salir a la luz.

Nos han enseñado a protegernos, a no mostrar vulnerabilidad.

A pensar antes de hablar, a callar antes de incomodar, a sonreír aunque por dentro estemos hechos pedazos.

Pero, ¿no es eso vivir a medias?

No se trata de ir por la vida gritando todo lo que pasa por nuestro corazón. Se trata de no quedarnos con las palabras atrapadas. De decir “te quiero” cuando lo sentimos, de pedir perdón cuando duele, de decir “me importas” sin esperar a que sea demasiado tarde.

Porque quien calla por miedo, se condena a no ser entendido.

Y quien no dice lo que siente, corre el riesgo de que el otro nunca lo sepa.

Hoy te invito a que lo digas.

A que no guardes lo que vibra dentro de ti.

A que no permitas que el orgullo o el temor le roben espacio a tu verdad.

Porque a veces, una sola frase puede cambiarlo todo.

Y porque el corazón, cuando se calla demasiado, termina por romperse en silencio.





Te conviertes en el más querido… cuando ya no estás.

En vida, pasas desapercibido. Eres el del “ya lo llamaré”, el del “algún día quedamos”,el que se asoma en los pensamientos pero nunca en los...